La mujer verdaderamente en sí misma es el pensamiento más bello del Creador, hecho carne, sangre y vida. Ella ha nacido para una santa predestinación, para traer hijos a la Tierra, también ha nacido para transformar al hombre, para hacer de él algo grandioso.
Es en el Arte Regio donde nosotros aprendemos a ver a la mujer, aprender a comprenderla y resulta absurdo que el varón la insulte, la hiera, le pague mal.
Obviamente la mujer ha sido elegida para la santa predestinación de ser madre.
El V. M. Samael dice: «Ser madre, en realidad de verdad, es un sacerdocio de la Naturaleza, un sacerdocio divino, inefable. Una madre merece la entera veneración de todos los seres que pueblan la faz de la Tierra.
En la Doctrina Secreta de Anáhuac se rinde culto a las mujeres que mueren de parto. Incuestionablemente ellas son verdaderas mártires.
¿Con que derecho nos atreveríamos por ejemplo a refutar la Doctrina de nuestros antepasados si nosotros mismos venimos de ellos? ¿O es que creemos acaso que los españoles fueron más sabios que nuestros antepasados? Antes bien, ellos vinieron a destruir aquellas culturas.
Toda mujer es capaz de una autocreación extraordinaria, puede crearse a sí misma, puede transformarse en algo distinto, diferente, con base íntima en la cópula química o metafísica».
HTJ