El Evangelio de los Egipcios es un intrigante texto que nos transporta a los albores del cristianismo y la corriente gnóstica. Aunque gran parte de este evangelio se ha perdido en el torbellino de la historia, los fragmentos que han sobrevivido nos ofrecen una visión única de las creencias y prácticas espirituales de los antiguos egipcios y se cree que fue compuesto en la primera mitad del siglo II, en Egipto.
A diferencia de los evangelios canónicos, que se centran en la vida y enseñanzas de Jesús, el Evangelio de los Egipcios no presenta narrativas directas sobre su figura. En cambio, ofrece una perspectiva más amplia sobre la espiritualidad y la relación con lo divino.
El título real del evangelio es “El libro sagrado del gran Espíritu invisible”. Aquí, encontramos una tríada divina: el Padre, la Madre y el Hijo. Estas tres potencias representan aspectos fundamentales de la existencia y la creación.
La gnosis (conocimiento espiritual) era el camino hacia la liberación según éste antiguo evangelio.
También aborda la muerte y la resurrección. Según sus enseñanzas, la muerte no es el fin, sino una transición hacia una realidad superior. La resurrección se presenta como un proceso espiritual en el que el alma se libera de las ataduras terrenales y asciende hacia la luz divina.
Aunque no es tan conocido como los evangelios canónicos, el Evangelio de los Egipcios sigue siendo relevante para aquellos interesados en la espiritualidad gnóstica y la búsqueda del conocimiento interior. Nos invita a reflexionar sobre la naturaleza de lo divino, la vida después de la muerte y la conexión entre el mundo visible e invisible.
En resumen, este antiguo evangelio nos ofrece una ventana hacia la mente y el corazón de los creyentes egipcios, quienes exploraron las profundidades del alma en busca de la verdad eterna