YO SOY LA LUZ DEL MUNDO

Necesitamos un sendero y no una Ley.

También rechazamos las Palabras de Autoridad, porque lo que nos es preciso es el Verbo de Vida.

Todas las Religiones llevan un camino con tendencia hacia afuera, mientras que nosotros vamos hacia adentro buscando lo oculto.

BUSCAMOS LA LUZ,

¿Y dónde está?

Cristo lo dice: «YO SOY LA LUZ DEL MUNDO», pero nosotros no nos conformamos con que Él lo haya dicho, sino que cada uno de nosotros trata de ser una luz, una ráfaga viva en mitad del sendero.

Los Gnósticos han encontrado en Cristo esa luz que es SUBSTANCIA, y esa substancia Crística la estudiamos y aplicamos, que eso es el Gnosticismo, emplear la razón, la ciencia y todos los medios necesarios para descubrir la verdad.

La Grey Católica esta cuidada y conservada exóticamente, como plantas de un invernadero. Sin embargo, nosotros queremos llevar, queremos empujar a nuestros feligreses hacia la luz del sol de una primavera radiante.

En el protestantismo todo se torna prédicas. Para sus adeptos el altar, el culto, no tiene importancia. Contrariamente, para los católicos el altar lo es todo, mientras que el púlpito solo es un medio, un instrumento desde donde lanzan sus diatribas para hacer una política acomodada a sus fines.

Los Gnósticos, en este punto queremos también cumplir con la frase del Gran Iniciado de Nazaret, cuando en su calidad de Logos Solar, dice:  YO SOY EL PAN DE VIDA. YO SOY EL PAN VIVO. SI ALGUNO COMIERE ESE PAN, VIVIRÁ ETERNAMENTE. EL QUE COMA MI CARNE Y BEBA MI SANGRE, TENDRÁ LA VIDA ETERNA Y YO LE RESUSITARÉ. EL QUE COMA MI CARNE Y BEBA MI SANGRE, EN MÍ MORA Y YO EN ÉL.

Este pan descendió del Cielo y no hay que olvidar, al pensar sobre esto que declaró Jesús, y que Él, por su pureza, fue hecho de sustancia solar en su cuerpo físico, y que, con su contacto, las partículas solares vivas del pan se desprenden y entonces se comunica con nosotros, con nuestra carne y con nuestra sangre y nos hace inmortales.

Véase, por secuencia, que la Iglesia Gnóstica es una constante y santa afirmación como religión primitiva, arcaica y basada en los Grandes Misterios, cuyos cimientos aún perduran aunque el grandioso edificio que la cobijaba quedara invisible por largo tiempo ante el avance materialista de la época a que contribuyó la guerra incesante del catolicismo. Esto nos lleva a comprender que no se trata de una nueva religión formada a ultima hora con fines más o menos rectos, sino que hemos izado la bandera secular de una primitiva Iglesia que guarda la más verás y pura revelación en cuyas aguas de gloria bebió el Nazareno para luego predicar su Santa Doctrina.

Con ello tornamos a los tiempos remotos en que las religiones eran formadas de luz y de belleza y ofrecían para andar un sendero de rosas. No como los cristianos sectarios que han construido caminos de dolor, coronas de espinas y hondos sufrimientos en la cruz…

 Nosotros somos los hijos de una religión que tiene por normas LA ALEGRIA Y EL OPTIMISMO.